El último vídeo de un oso haciendo monerías para el entretenimiento del público cuyas carcajadas ocultan la realidad del maltrato animal es el reflejo de una sociedad que aún no ha aprendido. El vídeo evoca otros como aquel de un programa de Tele5 en el que, de nuevo un oso, toca una trompeta tratando de imitar gestos y comportamientos humanos. Navegando por la mayor plataforma de vídeos no se puede localizar pero sí algunas de las reacciones ante la monstruosidad que supone seguir sintiéndonos los dueños del planeta. El rechazo social fue evidente pero en el 2018 todavía tenemos que ver este tipo de situaciones. Ante esto, peticiones ciudadanas claman por eliminar la presencia y maltrato de estos animales en espacios del entretenimiento como circos.
Por otro lado sí que se avanza en la materia como con la aprobación de la ley que dictamina que los animales dejen de ser considerados cosas pero queda mucho camino para alejarnos de las barbaridades que se vuelven virales por «hacer la gracia».
Por más que nos inunden campañas de lo que nos esconden estas prácticas, lo cierto es que en cualquier rincón del mundo un animal está bajo la opresión del entretenimiento. Y ya no se trata de los espectáculos callejeros o en determinados espacios como zoos, acuarios o partidos de fútbol, la cuestión es tratar de eliminar ese tipo de escenas huyendo de propuestas en las que el sufrimiento de un ser vivo está en riesgo.